Kyoto

martes, 16 de junio de 2009

Nos levantamos temprano, desayunamos rápido con Katsu y antes de irse
a trabajar nos llevó a la estación, dónde cogimos un tren a Kyoto. Una
vez allí, dejamos las mochilas en consigna, conseguimos un mapa de la
ciudad y nos fuimos andando hasta el templo Kiyomizudera, no sin antes
pararnos a la orilla del rio a comer el Obento (almuerzo: paquetito
de comida envuelto en un pañuelo típico de los dibujos animados) que
habíamos comprado el día anterior. Nos hizo un día estupendo, pero qué
calor madre mía!!

Subiendo la montaña por las callecitas del barrio Imakumano nos
encontramos con muchas chicas vestidas con Kymonos de vistosos colores
y peinadas de la forma tradicional dirigiéndose rápidamente a sus
quehaceres. Ya un poco más arriba vimos asomar el tejado de una pagoda
antigua y nos despistamos un poquitín del camino, mientras le
preguntábamos a un grupo de obreros dónde estábamos exactamente, se
acercó a nosotros muy resuelta una señora pertrechada con una
sombrilla y vestida con ropa ancha de lino rosa al más puro estilo
hindú, varios collares largos la cuello, enormes gafas de sol y
sombrero de paja con cinta negra ancha sobre el ala, nos preguntó que
de dónde éramos y al responderle Sebastian en japonés que de Alemania
y España, se quedó encantada, debió de trazar mentalmente un punto
medio entre ambos países en el mapa y se puso a parlotear en francés,
contándonos que era artista y que había estado 8 años viviendo en
Paris. Ya sin soltarnos, decidió hacernos una ruta turística por el
lugar, nos llevó hasta la pagoda de la que habíamos visto de lejos
sólo el último tejado y nos informó de que es la más alta y antigua de
Japón, después nos condujo hasta un templo pequeñito y encantador
donde casualmente estaban haciendo un reportaje fotográfico de un par
de Geishas, que aunque nuestra guía nos informó de que no eran
verdaderas, a nosotros nos dio igual y les hicimos fotos de todas
formas. Nos contó miles de historias más acerca de la ciudad y de los
barrios más cercanos, lo que debíamos visitar y lo que no, en francés
la mayor parte del tiempo intercalando algo de japonés. Y nosotros
amablemente, asintiendo y haciendo comentarios de lo que creíamos que
la buena señora estaba diciendo, ¿he comentado ya que increíblemente
ni Sebastian ni yo hablamos francés pese a la cercanía de nuestros
países a la cuna del croissant?, aún así, creo que sorprendentemente
entendimos bastante de lo que dijo, y si no…tampoco tenemos forma de
saberlo.

Cuando decidió dejarnos volar a nuestro aire, continuamos nuestro
camino, esta vez por las callejuelas más bonitas y a la vez más
turísticas del barrio Higashiyama, hasta llegar a la entrada del
templo, dónde nos colamos por la patilla y que es una auténtica
maravilla. Hicimos la típica turistada de andar con los ojos cerrados
de una piedra de los enamorados a la otra para mantener a nuestro lado
al amor de nuestra vida, paseamos entre los altares y nos recreamos
con las vistas.

De ahí nos fuimos callejeando hasta el templo Chion-in y el Buda
Daibutsu que es tan grande que pudimos verlo y hacerle fotos desde
fuera sin pagar. Subimos al cementerio de la ciudad, que es
impresionante por lo enorme que es y por la vista de la ciudad que
tiene, creo que la mejor paradójicamente, porque los que están allí
mucho no la pueden disfrutar… Y paseamos por el parque Maruyama hasta
salir por la puerta del santuario Yasaka-jinja… al barrio de Gion,
barrio tradicional de las casas de Geishas y de té, para encontranos
allí con una orda de turistas occidentales a la caza de la foto de una
Geisha de verdad cual Paparazzi esperando a Fran Rivera en la estación
del Ave (Gon, corrígeme si me equivoco en esto). Horrible, de verdad,
horrible horrible. Así que huimos de allí a toda velocidad por las
callecitas laterales sin un alma, para irnos a dar de bruces con una
de las deseadas Geishas con uno de sus clientes, como no queríamos
molestarles dejamos que se fueran tranquilamente…pero sin poder
resistir la tentación de hacerles una foto por detrás sin que se
diesen cuenta! Sí, lo sé, horrible…

Muertos del hambre y del cansancio seguimos caminando en busca de un
Kappa-Sushi, una cadena de restaurantes tipo Kaiten-Sushi (de los que
la comida da vueltas en una cinta transportadora, coges lo que te
apetezca y luego pagas por plato) muy barato y de buena calidad. Y nos
pusimos las botas, desquitándonos de todos los días en los que para
ahorrar no habíamos comido más que un par de bolas de arroz. Tras lo
cual, mis fuerzas no dieron para más y Sebastian casi me tuvo que
llevar a rastras a la estación para coger el tren a Osaka, dónde
dormíamos esa noche.

Del hotel Toyo (Shi-imamiya) casi mejor no hablar… menudo agujero en
la pared, pero en Japón por 12 € cada uno no se puede pedir más, por
lo menos habitación para nosotros solos, con un ventanuco a la pared
del edificio de enfrente, humedad a raudales, tradicional futon en el
suelo de tatami, almohadas de bolitas duras, agujero en el baño
compartido por toda la planta y el barrio con las chabolas más
modernas que he visto en mi vida. Eso sí, internet gratis y los
señores que lo llevan todo un encanto.

2 comentarios:

tcb dijo...

Vamos, ¡que volveréis hablando frances!

Álvaro dijo...

caza geishas!