Primeras impresiones de Japón

sábado, 30 de mayo de 2009



Tras nuestro primer día en Tokio, Alan me preguntó qué es lo que más me había gustado, pregunta complicada de contestar por el embrollo cultural en el que te encuentras al principio, es todo nuevo, así que es complicado de analizar por partes, tras pensarlo un poco, lo que más me llama la atención es la gente, sin duda alguna.

Aunque sólo llevo un par de días aquí y sólo puedo hablar de lo que he visto en Tokio (que probablemente diferirá bastante de las ciudades pequeñas y los pueblos), creo que Japón es un país de grandes contrastes, por ejemplo, todos llevan uniforme para cualquier actividad grupal que realizan, colegiales, grupos de deporte, obreros…visten exactamente la misma ropa, con el mismo corte, los mismos complementos… pero luego, cuando se pueden vestir como quieren, cada uno tiene su estilo propio, y todos cuidan mucho su aspecto y su forma de vestir, aunque a nosotros como occidentales nos parezca una exageración, es indudable que se visten bien, en el sentido de que se toman mucho tiempo para arreglarse, hasta el mínimo detalle, con muchísimos complementos y accesorios, ponen gran dedicación en ello.

Me da la sensación de que la mayoría del tiempo son gente silenciosa y tímida, sin embargo, la ciudad es de lo más ruidoso que os podais imaginar. No sé cómo pueden soportarlo, nosotros estuvimos unos minutos en una de las calles más comerciales de Shibuya de buena mañana y casi me da algo, por no hablar del barrio tecnológico, miles de vendedores gritando por los micrófonos o con megáfonos, además de la músicas a todo trapo saliendo de las diferentes tiendas… y eso por no hablar de los salones de juego, hay locales de videojuegos por todas partes, y todo el mundo juega, desde los chavalines hasta los abueletes, son jugadores empedernidos, da igual el premio y da igual no ganar. El mejor reflejo de ello son las salas de Pachinko, cómo no pueden jugar por dinero, se han inventado unas tragaperras a las que se juega con bolitas de metal, que luego se cambian por premios. Al principio no conseguía entender lo que les incentivaba a jugar como locos durante horas acumulando cajas y cajas de bolitas (y no hablo de cajas de cerillas, sino que el tamaño estándar es de caja de zapatos), pero me he enterado que hay truco, y los premios que consiguen con las bolitas los pueden “vender” en otros establecimientos, así consiguen el dinero… aun así no me acaba de convencer, no paro de pensar cuanto Sushi podría comprar con el dinero que les cuesta cada caja de bolitas…

El servicio al cliente es lo mejor que he visto en mi vida, en la gasolinera no sólo vienen corriendo a llenarte el tanque, sino que te limpian los cristales y el salpicadero por dentro, y cuando terminas de repostar salen a la carretera a parar a los que vienen para que puedas salir, o en las grandes a decirte cuando puedes pasar. Y son increíblemente amables, no sólo por educación (algunos sí, claro, pero eso se nota). Por ejemplo ayer, cuando fuimos a sacar dinero para pagar el hotel, paramos a comprar un par de cervezas en un todo a 100 Yens (0,75 €) estábamos delante del refrigerador de bebidas intentando descifrar que era cada cosa, cuando una mujer de mediana edad se acercó y nos pregunto en un inglés pobre si nos podía ayudar, cuando empezamos a hablar con ella nos aclaró en japonglish que era cada cosa, cada uno esforzándose por hablar un poco el idioma del otro (voy haciendo progresos con mi japonés y aunque Sebastian dice que él no lo habla bien ja! no os creais una sola palabra, que yo estoy comprobando que sí, ya me gustaría a mí hablar así, por ejemplo, francés). La mujer nos insistía en que la licorería de al lado tenía muchas cervezas mucho mejores que lo que nosotros estábamos a punto de comprar, lo que ella no sabía es que hemos tomado prestado el lema que teníamos en nuestro primer interrail loretiano “cantidad sin calidad” y no queríamos gastarnos más de 100 yens. Así que ella se fue y nosotros nos compramos un par de cocktails, viendo que el resto no sabíamos muy bien cómo iba a resultar. Cuando salimos de la tienda, ella venía de la licorería, nos había comprado un pack de 6 cervezas muy buenas para que las probásemos e insistió en regalárnoslas!! después se fue tranquilamente por dónde había venido…me dejó alucinada.

Eso sí, los lavabos, tazas del wáter y bancos para sentarse son muy bajitos, demasiado, hasta para mí… me salpico todo el pantalón al lavarme las manos!!

La ciudad

Hemos estado dos increíbles días en Tokio.
El primero vimos millones de cosas, lo típico de la ciudad, Shibuya con su ajetreo, el palacio Imperial desde fuera y sus jardines, la zona de tecnología, el centro económico…


Hicimos una paradita estilo mochilero-sin-un-duro en una tienda tipo Corte Inglés del barrio de Ginza, porque habíamos leído que se puede comer gratis, ya que en los mostradores te dan a probar un poco de las cosas que venden. Lamentablemente para nuestras barriguillas hambrientas, esto no era del todo así y sólo pudimos probar algunas cosas, eso sí, fuimos depurando nuestra técnica, en los primeros no nos atrevíamos a picar mucho, no fuese a ser que se notase que sólo habíamos ido a comer y no teníamos la más mínima intención de comprar, pero conforme pasamos de uno a otro, poníamos la mejor de nuestras sonrisas y probábamos de todo lo que hubiese (algunas cosas habría sido mejor no probarlas jaja!), así que, aunque no comimos de verdad ,conseguimos quitarnos la gusilla y aguantar hasta la hora de cenar.

Después nos fuimos al barrio de las tiendas de tecnología y… yo lo siento por la calle pez de Madrid, pero en comparación es un callejón de pueblo… Qué de luces, sonidos, gente por la calle y vendedores con micrófonos incitándote a comprar!!…qué pasada!! Hay incluso un edificio entero que sólo vende USBs y una de sus plantas está enteramente dedicada a USBs de Hello Kitt.

Cuando por fin nos encontramos con Alan y fuimos a un típico Ramen-bar (los cocineros están en el medio y la gente se sienta a comer en la barra en taburetes alrededor). Gracias a Dios nos pusimos las botas con sendas sopas udon baratillas y deliciosas, y una especie de raviolis gigantes de carne con verduras, no me acuerdo del nombre porque no fui capaz de pronunciarlo.


El día siguiente fue un tanto caótico, a Alan le dijeron en el trabajo que tenía que irse un par de días a Hong Kong a unas reuniones, así que cómo no podíamos quedarnos más en su casa, decidimos dormir en un Hotel Cápsula, de esos en los que parece que duermes en una de las tumbas de pared de un cementerio jajaj! que no! más bien se parece a un camarote muy reducido de una nave espacial, con tele y todas las comodidades que puede haber en 2 m². Peeeeeeeeeero…nuestro gozo en un pozo! Resulta que en todos los que preguntamos sólo aceptaban a hombres, mira tú que bien. Así que,l tras llamar a un par de albergues juveniles sin éxito, y con la mente en la recomendación de dormir en un “Love Hotel” (ver abajo) que nos dio un amigo de Sebastian, decidimos dedicarnos a disfrutar del día y pensar en ello más tarde. Nos fuimos al barrio de Shinjuku, una de las áreas con los rascacielos más altos, donde está el edificio ….del Gobierno, desde el que se puede disfrutar gratis de unas vistas increíbles de la ciudad y de los rascacielos del barrio. Ah! algo que me sorprende también muchísimo es la arquitectura de la ciudad, qué de rascacielos gigantes! (nota: nunca he estado en Nueva York), rascacielos al lado de casitas enanas y templos escondidos entre torres inmensas…

Después nos dimos un paseo por el barrio tradicional de Ueno y yo me quedé en un internet café a trabajar en mi master, mientras Sebastian daba un paseo y buscaba algún sitio baratillo dónde cenar y dormir. Mi trabajo duró más de lo esperado, nos fuimos corriendo a cenar a un restaurante Kaiten-Sushi, de esos en los que los maestro están en el medio preparando los platos y los van dejando en una cinta transportadora, para que cada uno coja lo que quiera y luego se paga por platos. Los maestros se partían con nosotros cuando les decíamos que estaba muy rico y el resto de la clientela hacia bromas, que yo por supuesto no entendía pero Sebastian decía que eran bien intencionadas, habrá que creerle ;)

Una vez bien cenaditos y tras otroi paseíto nos fuimos en busca de nuestro alojamiento, un bonito y barato “Love Hotel” en el barrio de Uguisudani. Resulta que cómo los japoneses suelen vivir todos en familia en la misma casa y que además esta suele tener las paredes de papel, no tienen intimidad para según qué cosas, suelen ir a estos pequeños hoteles y pagar una habitación por unas horas, pero también te puedes quedar la noche entera. A mí me sonó a putis que no veas, pero por lo visto es de lo más normal. Yo vi allí a gente de todo tipo. En todos, según entras, hay un panel con fotos de las habitaciones y sus precios, las fotos iluminadas son de las habitaciones libres y las apagadas de las ocupadas, hay un botón debajo de cada foto y hay que apretar el de la que te gusta e ir a pagar al mostrador. Tras entrar en cada hotelillo de la calle (en algunos hasta dos veces) para ver la habitación que más nos convencía en relación calidad/precio (las mujeres de la calle ya nos saludaban al vernos pasar de nuevo) por fin elegimos una. Había oído hablar de ellos pero la verdad es que no me esperaba lo que nos encontramos. Una habitación pequeña pero espaciosa, equipada con todo, nevera, microondas, pantalla plana con Karaoke y micrófonos, calentador de agua, máquina de bebidas, una cama enorme con un cuadro de luces y música a elegir, un baño típico japonés de esos que salen en los dibujos, con una bañera gigante en la que puedes tirar el agua por fuera sin problema porque toda la habitación es parte de la ducha, en la que tienes un banquito para lavarte bien, con geles, champús, crema hidratante etc… zapatillas y kimonos, café y té, aperitivos y preservativos ¿qué más se puede pedir? ;)

Estamos en Tokio!

lunes, 25 de mayo de 2009

Empezamos bien el viaje, a pesar de que teníamos todo preparado cuando Steffi (la hermana de Sebastian) nos pasó a buscar por Leipzig para llevarnos al aeropuerto de Münich y de que la idea inicial era dejarnos incluso antes de que abriesen los mostradores de facturación, como siempre y para no perder la costumbre, al final casi no cogemos el vuelo... ¿Qué pasó? varios atascos en la autopista, normal, un domingo a medio día después de un puente, pero haber previsto eso sería mucho pedirnos... sobre todo dados los últimos días de estrés, trabajo y noticias que hemos tenido.

Pero al final, cogimos el avión, me llamareis paleta, pero hasta ahora nunca había volado en uno en el que cada asiento tiene una pantalla individual en la que puedes elegir un montón de cosas que hacer, ver pelis, jugar a videojuegos, ver el mapa de por dónde vas, ver las imágenes de una cámara instalada en la parte de abajo del avión con la que pudimos ver el desierto del Gobi según pasamos por encima, etc etc. Todo movido por un mando al lado en plan super nintendo jajaja!

Para comer y cenar elegimos menú chino, como todos los guiris y al contrario que todos los chinos, para cenar acertamos, rico pollo al curry pero para desayunar...empezamos con las papillas raras de puré de arroz, también con pollo...menos mal que había un yogur y una pseudo-macedonia!


Lo mejor vino al aterrizar en Beijing, numerito de la Influenza!! nos tuvieron a todos en el avión hasta que un grupo de 8 personas con batas blancas, gafas de laboratorio totalmente herméticas, mascarillas y termómetros super modernos nos midieron la fiebre uno por uno. En tierra 3 controles más y un exasperante control de equipajes de mano, pensábamos que sólo teníamos 15 minutos para llegar a la puerta de embarque del avión de conexión con Tokio y a una chinilla delante nuestro no paraban de sacarle mecheros del bolso, le quitaban uno, volvían a pasar su bolso por el escáner, y encontraban otro...así hasta que le quitaron unos 20!! y nosotros ahí, con cara de tontos diciéndole a la tía que no llegábamos a nuestro vuelo de conexión. Así que cuando por fin nos dejaron pasar corrimos como alma que lleva el diablo, hasta que un señor muy amable con uno de esos cochecitos del aeropuerto se ofreció a llevarnos a la puerta de embarque, qué suerte! no? jaja, sorpresa cuando nos bajamos y resulta que eso era un taxi! Gracias a dios no teníamos ni un Yuan ni dólares, ni nada que al tipo le pudiese interesar, así que nos fuimos a la puerta tan panchos sin pagar para allí darnos cuenta de que en realidad nos habíamos equivocado y quedaban 45 minutos para el embarque…nosotros en nuestra línea…

El resto del viaje bien, cansado, después de 24 horas en marcha... Las últimas dos en el metro de Tokio, en dónde le tuvimos que pedir a una chica que nos dejase mandar un mensaje desde su móvil porque no llegábamos a tiempo a la estación dónde habíamos quedado con Alan, nuestro primer anfitrión en este viaje de Couchsurfing, es un tio muy muy agradable, nos ha llevado a cenar a un restaurante estupendo, nos ha invitado e incluso nos ha dado las llaves de su casa, increible!