Bienvenidos a China

domingo, 28 de junio de 2009

"Un pais, dos sistemas"

Así define el gobierno al pais, y lo que nosotros nos preguntamos al llegar es que, a parte de a un capitalismo feroz, a qué otro sistema se referirán, porque de comunismo...la estrella de la bandera y los monumentos a los soldados... pero dejo para más adelante el ahondar más en el tema, que de momento esto sólo son las primeras impresiones.


Después de remontar el rio en el barco disfrutando de un paisaje plagado de cargueros, grúas y pesqueros llegamos al puerto de Shanghai a nuestra hora, pero el proceso de desembarco tardó más de lo previsto por los malditos controles de Influenza (H1N1). Al bajar y ver que Liang no nos estaba esperando allí como nos había prometido, nos extrañamos un poco y pensamos que quizá se había ido ya. Así que ahí estábamos nosotros, en un barrio marginal de Shanghai, sin un Yuan, sin tener la menor idea de dónde quedaba el albergue y sin hablar una palabra de chino, gran panorama.

Menos mal que un chino majo que viajó con nosotros en el barco y que hablaba japonés nos ayudó! Nos pagó el autobús a la estación central de tren, la llamada al móvil de Liang y aún pretendía darnos algún dinero más por si las moscas... Y es que, si hubiesemos sabido que no vendría, hubiesemos cambiado dinero antes, pero cómo con nuestra Visa no nos cuesta nada sacar dinero ni nos cobran comisión por el cambio de divisa, siempre tiramos de cajero automático al llegar a un nuevo pais, y no nos podíamos imaginar que en el puerto no habría ninguno y tampoco por los alrededores (pero bueno, que siempre tenemos algún que otro recurso en la manga).

Al final quedamos con Liang una hora más tarde en la estación y aprovechamos para irnos a comer, primera comida china y primera sorpresa. Mi sopa tenía muy buena pinta, pero imposible saber de qué era, así que valientemente cogí la cuchara y empecé a tomármela, sorbito a sorbito, trocito a trocito de carne rosita, hasta llegar a una preciosa, brillante y escamosa piel de serpiente!! Primero, ojos como platos, y luego, me acordé de mi abuela Cramiña: "lo que no mata engorda"... cómo estaba bueno seguí comiendo tan campante.


Nuestro primer día por allí fue un tanto particular con nuestro guía Liang también un tanto particular. Haciéndonos un poco a la idea de que aquí haya en todas partes en todo momento tanta gente como en sol en navidades (es la ciudad más grande de china con más de 18 millones de habitantes), que todos intenten cruzar los pasos de cebra al mismo tiempo esquivando a los que vienen en dirección contraria, a las motos y las bicis que pasan por el medio y a los coches que aunque estés cruzando en verde para los peatones te pitan para que te apartes y que no reducen la velocidad ni un poquito...y, evidentemente, mil diferencias más ;)

Y con un segundo acercamiento a su comida de la mano de nuestro guía "particular", un tanto complicado pero buena a pesar de los huevos de pato con la clara trasparente tirando a marrón y la llema negra y verde, la ternera jodidamente picante (lo siento, pero no hay mejor descripción) y la grasa de pato envuelta en hojas de arroz (eso me pasa por decirle que me encanta el pato...si le hubiese especificado que lo que me gusta es la CARNE a lo mejor otro gallo hubioese cantado). Lo escribo así y parece que no nos gustó, pero en realidad la comida estaba muy buena y es con una de las cosas con las que más disfrutamos en China.

De Osaka a Shanghai

martes, 16 de junio de 2009

El día pensado para darnos una vueltecilla por Osaka al final fue un
día de relax y remoloneo. Estábamos tan cansados de la paliza de la
semana del Japan Railway ticket que no dimos para más, y nos pasamos
el día en las inmediaciones de nuestro agujero de hotel de Osaka,
comprando para el viaje en barco, haciendo la maleta, viendo Lost, en
internet y durmiendo repetidas siestas.
Hasta que quedamos con Hisae, que nos echó la bronca por vagos y nos
llevó de paseo por la zona de los rascacielos, a cenar a un
Kaiten-Sushi baratillo y nos invitó a subir al Jardín Flotante, el
mirador del Osaka-Skybuilding, desde dónde pudimos disfrutar de unas
vistas impresionantes de la ciudad.

Al día siguiente nos levantamos prontito para coger el barco a
Shanghai, algo más de dos días de ruta marítima pasando por el
estrecho de Akashi, el mediterráneo japonés (Seto Naikai) y el océano
pacífico de los que hay poco que contar. Pensábamos que íbamos a hacer
amiguitos y a compartir anécdotas de viaje, etc pero la gente era
bastante sosilla y ermitaña, y los que no lo eran, eran chinos mayores
cantadores de karaoke y amigos de los gargajos… pasando. Así que el
tiempo transcurrió básicamente entre partidas de ping-pong, trabajos
del máster, películas y momentos de contemplación paisajística.

Nara

A Nara de excursión! Día de templos.

No sé cómo nos las apañamos, pero de camino al parque dónde están la
mayoría de cosas que ver, otra señora mayor nos cogió por banda y nos
hizo de guía por un rato, esta vez, por suerte para mí, los idiomas
eran inglés y japonés. Nos enseñó las tiendas de pinceles, la tuvimos
que esperar para que sacase dinero del cajero y casi nos lleva a hacer
la compra, menos mal que supimos escabullirnos amablemente a tiempo
cuando comenzó a hablar con otra gente que se encontró en la calle.

El sitio es una maravilla, los templos están rodeados por todas partes
de naturaleza y en algunas partes se podía sentir la paz y la
tranquilidad. Pero en general, todo el lugar estaba lleno, como casi
todas partes, de un montón de escolares de excursión que nos saludaban
uno por uno, además de los ciervos y los templos, nosotros debíamos
ser la otra gran atracción. Y es que en Nara, siglos atrás, los
ciervos eran sagrados y no se podían cazar, ahora están protegidos
porque son considerados tesoro nacional y campan a sus anchas por
todas partes. Alimentados por las galletas que los turistas pueden
compara para ellos en cada esquina, no le tienen miedo a nadie y en
cuanto atisban una migaja se acercan interesados en manada, y cuidado
con no darles, que si no te cornean te muerden el culo, LITERAL!
experiencia propia (en cuanto la censura china me deje entrar
directamente en blogger o yo deje el país, subo fotos para que lo
veais). Eso sí, en cuanto los cebas y ven que no tienes más comida, se
vuelven mansos y se dejan manosear… no sabía que los cuernos estaban
calientes y recubiertos de un pelillo cortito muy suave y pegajosillo…

Dentro del templo de Tōdai-ji hay, cómo no, un Buda daibutsu, el Buda
Vairocana, en japonés llamado Dainichi, que significa "Buda que brilla
a lo largo del mundo como el sol", la cosa curiosa es que en la parte
de detrás del templo, hay un agujero en una de las columnas a la
altura del suelo, dicen que es tan grande como uno de los agujeros de
la nariz del Buda, y que si consigues pasar por él alcanzarás el
estado de Iluminación, aunque nosotros ya sabíamos que estamos
bastante iluminados (sobre todo últimamente), probamos, cómo no, y
pasamos, alguna con más problemas que otro… ejem… A raíz de esto, en
este mes de viaje (escribo el blog con algo de retraso) hemos perdido
algo de peso, yo 7 kilos, que no me venía mal, y Sebastian 4, a ver si
conseguimos que su estómago se asiente un poco, que si no dentro de
poco voy a tener la sensación de estar viajando sola porque no se le
va a ver…

Kyoto

Nos levantamos temprano, desayunamos rápido con Katsu y antes de irse
a trabajar nos llevó a la estación, dónde cogimos un tren a Kyoto. Una
vez allí, dejamos las mochilas en consigna, conseguimos un mapa de la
ciudad y nos fuimos andando hasta el templo Kiyomizudera, no sin antes
pararnos a la orilla del rio a comer el Obento (almuerzo: paquetito
de comida envuelto en un pañuelo típico de los dibujos animados) que
habíamos comprado el día anterior. Nos hizo un día estupendo, pero qué
calor madre mía!!

Subiendo la montaña por las callecitas del barrio Imakumano nos
encontramos con muchas chicas vestidas con Kymonos de vistosos colores
y peinadas de la forma tradicional dirigiéndose rápidamente a sus
quehaceres. Ya un poco más arriba vimos asomar el tejado de una pagoda
antigua y nos despistamos un poquitín del camino, mientras le
preguntábamos a un grupo de obreros dónde estábamos exactamente, se
acercó a nosotros muy resuelta una señora pertrechada con una
sombrilla y vestida con ropa ancha de lino rosa al más puro estilo
hindú, varios collares largos la cuello, enormes gafas de sol y
sombrero de paja con cinta negra ancha sobre el ala, nos preguntó que
de dónde éramos y al responderle Sebastian en japonés que de Alemania
y España, se quedó encantada, debió de trazar mentalmente un punto
medio entre ambos países en el mapa y se puso a parlotear en francés,
contándonos que era artista y que había estado 8 años viviendo en
Paris. Ya sin soltarnos, decidió hacernos una ruta turística por el
lugar, nos llevó hasta la pagoda de la que habíamos visto de lejos
sólo el último tejado y nos informó de que es la más alta y antigua de
Japón, después nos condujo hasta un templo pequeñito y encantador
donde casualmente estaban haciendo un reportaje fotográfico de un par
de Geishas, que aunque nuestra guía nos informó de que no eran
verdaderas, a nosotros nos dio igual y les hicimos fotos de todas
formas. Nos contó miles de historias más acerca de la ciudad y de los
barrios más cercanos, lo que debíamos visitar y lo que no, en francés
la mayor parte del tiempo intercalando algo de japonés. Y nosotros
amablemente, asintiendo y haciendo comentarios de lo que creíamos que
la buena señora estaba diciendo, ¿he comentado ya que increíblemente
ni Sebastian ni yo hablamos francés pese a la cercanía de nuestros
países a la cuna del croissant?, aún así, creo que sorprendentemente
entendimos bastante de lo que dijo, y si no…tampoco tenemos forma de
saberlo.

Cuando decidió dejarnos volar a nuestro aire, continuamos nuestro
camino, esta vez por las callejuelas más bonitas y a la vez más
turísticas del barrio Higashiyama, hasta llegar a la entrada del
templo, dónde nos colamos por la patilla y que es una auténtica
maravilla. Hicimos la típica turistada de andar con los ojos cerrados
de una piedra de los enamorados a la otra para mantener a nuestro lado
al amor de nuestra vida, paseamos entre los altares y nos recreamos
con las vistas.

De ahí nos fuimos callejeando hasta el templo Chion-in y el Buda
Daibutsu que es tan grande que pudimos verlo y hacerle fotos desde
fuera sin pagar. Subimos al cementerio de la ciudad, que es
impresionante por lo enorme que es y por la vista de la ciudad que
tiene, creo que la mejor paradójicamente, porque los que están allí
mucho no la pueden disfrutar… Y paseamos por el parque Maruyama hasta
salir por la puerta del santuario Yasaka-jinja… al barrio de Gion,
barrio tradicional de las casas de Geishas y de té, para encontranos
allí con una orda de turistas occidentales a la caza de la foto de una
Geisha de verdad cual Paparazzi esperando a Fran Rivera en la estación
del Ave (Gon, corrígeme si me equivoco en esto). Horrible, de verdad,
horrible horrible. Así que huimos de allí a toda velocidad por las
callecitas laterales sin un alma, para irnos a dar de bruces con una
de las deseadas Geishas con uno de sus clientes, como no queríamos
molestarles dejamos que se fueran tranquilamente…pero sin poder
resistir la tentación de hacerles una foto por detrás sin que se
diesen cuenta! Sí, lo sé, horrible…

Muertos del hambre y del cansancio seguimos caminando en busca de un
Kappa-Sushi, una cadena de restaurantes tipo Kaiten-Sushi (de los que
la comida da vueltas en una cinta transportadora, coges lo que te
apetezca y luego pagas por plato) muy barato y de buena calidad. Y nos
pusimos las botas, desquitándonos de todos los días en los que para
ahorrar no habíamos comido más que un par de bolas de arroz. Tras lo
cual, mis fuerzas no dieron para más y Sebastian casi me tuvo que
llevar a rastras a la estación para coger el tren a Osaka, dónde
dormíamos esa noche.

Del hotel Toyo (Shi-imamiya) casi mejor no hablar… menudo agujero en
la pared, pero en Japón por 12 € cada uno no se puede pedir más, por
lo menos habitación para nosotros solos, con un ventanuco a la pared
del edificio de enfrente, humedad a raudales, tradicional futon en el
suelo de tatami, almohadas de bolitas duras, agujero en el baño
compartido por toda la planta y el barrio con las chabolas más
modernas que he visto en mi vida. Eso sí, internet gratis y los
señores que lo llevan todo un encanto.

Okayama

viernes, 12 de junio de 2009

Katsu no vive en Okayama, sino en una ciudad más pequeña a algo más de una hora de distancia. Pero quedamos con él en que nos recogería allí en la estación. La primera vez que usé mis precarios conocimientos de japonés fue para encontrar el sitio dónde habíamos quedado con él, le pregunté a un anciano si la estatua que veíamos era la de Momotaro, el niño que nació de un hueso de melocotón y que ayudado por un perro, un faisán y un mono derrotó a un demonio de tres ojos y tres dedos en cada mano. El pobre hombre me debió de decir que sí porque aquí nunca nadie te dice que no, y menos mal que esta vez acertamos (en alguna de las próximas entradas tengo que comentar nuestra ratio de acierto cuando tenemos 50% de posibilidades de acertar con la salida o el sitio al que queremos ir).

Una vez cargados nuestros bártulos en el mini-coche, nos fuimos a comer a un restaurante de Kaiten-Sushi, uno de esos en los que te sientas en la barra frente a una cinta transportadora por la que van pasando ante tus ojos diferentes tipos de sushi y sashimi que los maestros cocineros preparan delante de ti. Mmmmm rico, rico!

Como teníamos mucho tiempo, emprendimos el camino a casa de Katsu sin muchas prisas, nos íbamos parando en todos los lugares que nos llamaban la atención. Un paseo muy agradable por la campiña y pueblos japoneses, para variar un poco de tanta ciudad, campos de arroz, casas con tejados repuntados, montañas bajas y muuuuuucha vegetación.


Decidimos probar las delicias de un
Honshū rural, baño tradicional con agua de manantial, y aprovechamos que por allí cerca había uno con baños al aire libre. Por supuesto, hombres y mujeres por separado, así que con mi toalla al hombro, me separé de los chicos, no sin antes preguntarle a Katsu que cómo funcionaba la cosa, no fuese a ser que hiciese algo inoportuno o no me enterase muy bien, me dio algunas instrucciones básicas, pero tampoco me pudo decir mucho porque claro, él nunca había estado en la parte para mujeres y no sabía si funcionaba igual. Al final resultó que variaba un poco de lo que me contó, pero no era física cuántica en japonés.
Entré a un cuarto todo de madera donde lo primero que había que hacer era descalzarse y dejar los zapatos en cubículos, un poco más arriba lo mismo pero con la ropa, de ahí se accedía ya a la zona de las piscinas interiores, un montón de ellas a diferentes temperaturas, con burbujas, diferentes corrientes, aguas con hierbas medicinales y banquitos y barreños para enjabonarse y lavarse bien antes de meterse en el agua. Así que adaptándome a las costumbres del lugar, a ello que me puse, sin que me pareciese que ninguna de las abuelillas que descansaban por allí hubiese reparado en mi presencia. Tras quedar limpia y reluciente salí a la parte al aire libre, un jardincito encantador y un baño en la roca con una cascadita, vacío para mi sola, me sumergí en el agua calentita directa del manantial y allí me quedé un buen rato contemplando el rio y la montaña y disfrutando de la tranquilidad, el sonido del agua y el canto de los pájaros. Cuando creí que se acercaba la hora en la que había quedado fuera con los chicos, subí de nuevo a la parte interior y disfruté un rato del resto de las piscinas y finalicé con una tonificante ducha fría. Qué gustazo y qué paz!

Después Katsu nos llevó por retorcidas y empinadas carreteras hasta un mirador en la montaña en el que la vista del valle era una pasada, nos quedamos allí otro rato embelesados con el panorama, tras lo que reemprendimos el camino. Siguiente parada: el super. Compramos para cenar una sopa con verduras, pescado, carne, setas, algas… que tradicionalmente se prepara al mismo tiempo que se come. Se coloca en la mesa, sobre un hornillo bajo, una olla de barro e la que se va cociendo la sopa, mientras los comensales le van añadiendo los ingredientes que quieren comer y cuando están listos se los sirven en sus cuencos con un poco del caldo. También riquísima.


Fukuoka

lunes, 8 de junio de 2009

Por la mañanita temprano, tras desayunar todos en familia otra vez, dejamos con pesar la casa de Hiroko. Se han portado estupendamente con nosotros, mucho más que eso!  y prometieron venir a hacernos una visita a España el año que viene. Antes de salir, Hiroko me regaló unos calcetines japoneses con separación entre el dedo gordo y el resto para usar con sandalias, su madre nos regaló a cada uno un pequeño abanico típico japonés para que no nos muramos de calor en nuestro viaje, y su padre unas pequeñas toallas (me recuerdan a la que tenía de pequeña de Hello Kitty) para secarnos cuando nos refresquemos en el camino.

De Fukuoka lamentablemente no puedo contar mucho porque estaba un poco pachuchilla. Casi hasta el albergue nos llevó a rastras un japonés algo rarillo al que preguntamos por la calle y que hablaba alemán y español, según nos contó lo había aprendido en el karaoke porque le encanta cantar, pretendió hacernos demostración y todo y que nos uniésemos a él, pero desgraciadamente para él yo no tenía el cuerpo para mucha jarana y Sebastian por las mañanas es algo más alemán que por las tardes, y tampoco hubo manera de hacerle entonar más que un par de notas de “99 Luftbalons” de Nina.

Mientras él se paseaba por la ciudad yo me quedé todo el día en el albergue intentando dormir algo y trabajando un poquitín. Por la tarde me vino a buscar para sacarme a pasear en bici por el parque de al lado hasta un pequeño templo y a cenar allí mismo. Después, directos a la cama.

A la mañana siguiente, como ya me encontraba mucho mejor, nos levantamos muy pronto para hacer algo de turismo antes de coger el tren a Okayama, dónde habíamos quedado con Katsu. Fue una pena sólo habernos podido quedar día y medio porque por lo poco que vi, la ciudad y los alrededores prometían muchísimo.

Nagoya

Cuadramos nuestros planes para poder pasar más tiempo con Hiroko, así que el sábado nos quedamos en Nagoya e hicimos un poco de turismo por allí, entre charla y charla no nos dio mucho tiempo a ver la ciudad, pero fue un día estupendo. Estuvimos paseando por los alrededores del palacio Imperial, vimos una casa construida al estilo japonés pero con todos los avances bioclimáticos y deambulando por uno de los jardines más bonitos de la ciudad, el Tokugawa. 

Ibamos a encontrarnos con otro amigo de Sebastian y Hiroko para ir a la inauguración de una exposición, pero al final no cuadró porque empezaba muy pronto y nosotros queríamos probar la especialidad de la ciudad, sopa Udon con pollo de corral, muy rica y calienteeeee! La camarera del restaurante donde nos paramos a comer debió pensar que para qué intentar explicarme en sabe dios qué idioma por qué un babero es imprescindible para comer esta sopa y ante mi sorpresa sin mediar explicación me lo anudó directamente al cuello, bien por ella!...y por mí, porque aunque no suela mancharme al comer, esta vez sí, es que esa sopa queeeeeeeeeeemaaaaaaaaaa!

Para bajar la comida decidimos caminar un rato más por la ciudad sin rumbo determinado, pero cuando vimos un local para hacer “Pericura” (palabra japonesa, así, cómo suena… dicese de la máquina de fotomatón ultramoderna que te permite hacerte tropecientas fotos chorras con tus amigos, de las cuales podrás elegir un número determinado en función del tamaño que desees y que luego podrás pintarrajear, añadir fondos, complementos y monigotes en una pantalla táctil), no pudimos resistir la tentación y entramos a hacernos fotos con todas las quinceañeras mega maquilladas y super preparadas mirándonos cómo a bichos raros…con razón. 

Estos locales están increíblemente preparados, hay una media de 8 a 10 máquinas, espejos con tocador, laca y toallitas para prepararse antes de la foto… Las niñas están entrenadas y toman sus decisiones a la velocidad del rayo, pero aquí los abueletes, cuando conseguíamos entender que es lo que nos ofrecía la pantalla, la máquina había elegido por nosotros porque se había agotado el tiempo, y pasaba a la siguiente pantalla a descifrar, pero eso sí, al final nos quedaron unas fotos muy chulas =)

Para acabar el recorrido fuimos a la carnicería de toda la vida de la familia de Hiroko a comprar para la barbacoa de esa noche, era curioso ver cómo el tipo preparaba la carne, la cortaba y luego la metía en pequeñas bolsitas que hacía girar en el aire mientras les enroscaba una goma. Pero sin duda, lo mejor de todo fue comérsela!! jaja. Cómo hacía buen tiempo, comimos en el jardín, todos alrededor de una pequeña barbacoa colocada en el centro de la mesa dónde cada uno colocaba lo que le apetecía comer: sepia, pescado (lo siento, indefinido), diferentes tipos de carne, calabaza que sabía a castañas asadas, cebolla, bolas de arroz con semillas…mmmmm otra delicia! Todo esto mientras Cocochan, el perro familiar, no paraba de danzar por allí a ver si caía algo haciendo tambalear la mesa con sus meneos de rabo.

Ise-Jingu

Con base en casa de Hiroko en Nagoya, hicimos una excursión a los templos sintoístas de Ise-Jingu, los más sagrados de Japón, fundados en el año 4 a.c. Son dos Santuarios principales, Geku y Naiku, en honor a la diosa del sol, que se encuentran apartados uno del otro por kilómetros de frondosos bosques, y otros 123 santuarios más pequeños. Son de las pocas construcciones religiosas que no han tenido influencias de otros países asiáticos.

Para llegar hasta allí decidimos viajar una hora y media más de lo habitual y no tener que pagar el tramo que no pertenece al Japan Railway que no está cubierto por nuestro billete de interrail (Japan Rail Pass, muy recomendable si alguien quiere venir a Japón y moverse por el país, se puede comprar fuera de Japón para un periodo de entre una y cuatro semanas y, aunque la primera impresión es que es caro, no lo es para nada, los trenes aquí tienen precios desorbitados y con este billete se pueden coger todos trenes, en la ciudad, los cercanías y los de larga distancia, incluidos los rápidos, express y superexpress (estilo AVE), menos el Nozomi, el más rápido de todos; además de algunos buses y barcos). Pero así disfrutamos del paisaje y la gente local, observar a la gente es lo que más me gusta, y parece que también lo que más les gusta a ellos jaja.

Cuando salimos de la estación nos fuimos directos a la oficina de información para ver dónde podíamos alquilar una bici, mientras un japonés nos explicaba en inglés con acento de Tejas las bellezas del lugar, yo estaba más pendiente de encontrar un baño “western style” que de lo que nos estaba diciendo, así que dejé a Sebastian confraternizando con él mientras yo me colaba en un restaurante francés que si lo viese una abuelita francesa se sentiría orgullosa con la cantidad de flores que tenían pintadas las paredes y el mobiliario. Cuando volví a recogerle, el japo-yankee seguía con su retahíla de muletillas estúpidas y a mí ya me estaba empezando a tocar las narices, para rematar la situación parecía que Sebastian no entendía mis señales de por-dios-vámonos-de-aquí!!, cuál es mi sorpresa cuando me pide que le haga una foto con él, ¿con el petardo este? preguntaba yo inquisitivamente con la mirada… a lo que él me respondió: “luego te explico” (ah vale! que se quiere tener una foto para enseñarla en plan “el tío pesao de información”), pero no! resulta que era un colaborador de los guionistas de South Park, un tal Jun Nishimura, en ese momento entendí por qué me había caído gordo desde el primer momento.

Me voy por las ramas, volviendo a los santuarios, he de decir que llaman la atención por su extrema simplicidad, ya que no son más que estructuras de madera escasamente decoradas y rodeadas de exuberante naturaleza. Todos los caminos que llevan a los templos dentro de los santuarios están repletos de pequeños cantos rodados, cómo Hiroko me explicaría más tarde, es porque la religión budista tiende a la elevación de pensamientos y vivencias, y así el ruido de las piedras al caminar les trae de nuevo a realidad terrenal. Curioso.
Ambos santuarios son reconstruidos cada 20 años, de acuerdo con una ancestral tradición Shinto. En el año 2013 tendrá lugar la reconstrucción número 62. Lo que no sabíamos es que como ambos santuarios son considerados sagrados por los japoneses, está terminantemente prohibido tomar fotos en su interior y, claro, nos regañaron…

Alquilamos bicis para ir de uno a otro y de camino nos fuimos parando para observar lo que nos iba llamando la atención, dos de las mejores cosas fue un pequeño templo en el que no había ni un alma lleno de figuras de gatos sagrados con cascabeles y pergaminos, y las calles de Oharaimachi, el barrio (por traducir exactamente la palabra, pero está separado de todo por el bosque) más tradicional, cercano al santuario de Naiku, con calles de 1 km de largo que conservan edificios de estilo tradicional, y están llenos de negocios que han pasado de generación en generación y han subsistido por ser los responsables del avituallamiento de los peregrinos.

A la vuelta, ya cansados, preferimos pagar el suplemento del tramo que no cubría nuestro billete y llegar más rápido a casa de la familia de Hiroko, dónde nos estaba esperando un baño caliente tradicional japonés y una deliciosa cena a base de empanadillas chinas, sashimi y un sorprendente (por lo europeo) revuelto de trigueros con patata cocida y taquitos de jamón. La cena transcurrió con una interesante conversación en japonglés-alemañol sobre la cultura y tradiciones japonesas y le gran influencia que ejercieron los primeros extranjeros, portugueses y españoles, que llegaron a la Isla, en la comida y el lenguaje. .es que yo no paro de sorprenderme al encontrarme muchas palabras iguales o casi iguales que en español, por ejemplo pan=pan, escaleto=escalera… y algunas comidas que se parecen, aunque en este caso, a excepción del pan blanco, el parecido es remoto, porque han evolucionado en otra dirección condimentadas con especias que nosotros no tenemos.



En un momento cuando nos enseñaban fotos familiares, comenté que me encantan los Kimonos por su belleza y elegancia. Esta fue la señal para que la parte femenina de la familia se pusiera en acción, ofreciéndose a vestirme con uno de sus kimonos, ¡acepté encantadísima!. Así que ahí estuve, en medio de la habitación quietecita mientras Hiroko, su madre y su hermana sacaban el traje tradicional de unos lienzos dónde los guardan para que se conserven bien y me iban vistiendo, capa a capa, lazo a lazo, nudo a nudo… una me colocaba una parte, mientras otra preparaba el paso siguiente y la otra, gracias a dios, me abanicaba un poco, así hasta dejarme lista y guapa como una japonesita. Después se dedicaron a ponerme accesorios y a mover el mobiliario y a mí de un lado a otro para encontrar el fondo perfecto para las fotos, y yo seguía estando encantada ^_^

Kamakura

miércoles, 3 de junio de 2009

Después de la vertiginosa ciudad, nos apetecía ya un poco de tranquilidad y naturaleza para descansar de tanto ruido y prisas. Nos dirigimos a Kamakura, una pequeña ciudad rodeada de montaña por tres de sus lados y de la bahía se Sagami por el otro, es famosa por sus templos y santuarios, hay más de 50, entre los que destaca Kotokuin, dónde se puede ver el Daibatsu, un Buda gigante de bronce que, al contrario que el templo que lo contenía, sobrevivió un tsunami y varios terremotos. Una vez allí, decidimos visitar sólo 4 de estos lugares para poder pasear con tranquilidad.


Es verdad que todo era muy bonito, pero lamentablemente demasiado turístico. El hecho de que cobrasen entrada para acceder a todos los lugares de interés, la aglomeración de gente en todas partes (sobre todo escolares de excursión, para nuestra desgracia) y la lluvia persistente durante todo el día hizo que no pudiésemos disfrutarlo en condiciones. Pero aún así, es verdad que merece su fama, porque la magnitud el Buda es de verdad impresionante y el santuario Tsurugaoka Hachiman y el templo Hase-dera son encantadores.

Lo mejor de todo el día fue cuando, tratando de ir de un templo a otro caminando, nos metimos por una ruta de senderismo y en uno de los puntos el camino tenía una bifurcación que no aparecía en nuestro mapa, con lo que, cómo no, nos equivocamos de camino, pero fue lo mejor que nos pudo pasar, porque nos sumergimos de lleno en un maravilloso bosque de bambús, y acabamos saliendo a un pequeño pueblo muy curioso, con gente bastante peculiar. Pensándolo más tarde, menos mal que había marcas para señalizar el buen camino, porque estuvimos hora y media andando por el medio del bosque sin cruzarnos con nadie, sólo acompañados por el canto de los pájaros y la incesante lluvia.

Empapados y algo hambrientos nos dirigimos a la estación para coger el tren a Nagoya para encontrarnos con Hiroko, nuestro primer Shinkansen!!! (tren bala), mola mucho, va a una velocidad de vértigo, cuando quieres hacer una foto y aprietas el disparador, lo que querías fotografiar está ya a 5 kms de distancia. Asientos cómodos, vagones de recreo, mesas para grupos…etc etc. Y, cuestión importante, hay dos tipos de baños, tal y como está rotulado en las puertas, estilo occidental (nuestra taza de wáter de toda la vida) y estilo oriental (agujero en el suelo), os parecerá una tontería, pero no lo es, os lo aseguro!!! Este es otro contraste, en algunos sitios tienen wáteres megamodernos con música para tapar los sonidos del chorrillo de pis y lo que no es pis, diferentes chorritos de agua, secador y absorbe-olores, y en otros se conforman con un agujero en el suelo y simplemente agua para lavarte las manos, nada de jabón… a mí que me lo expliquen. Pero según he oído, me voy a tener que ir acostumbrando, que estos son los mejores agujeros en el suelo que me voy a encontrar en esta parte del mundo.

Hiroko nos recogió en la estación y nos llevó a la encantadora casa tradicional japonesa dónde vive con sus padres y su hermana. Tras una rica cena y un poco de conversación, nos explicó las costumbres de toda casa japonesa (descalzarse al entrar, ducharse bien antes de meterse en la bañera común siempre a 40°C, no pisar el tatami con zapatillas, cómo se extienden los futones…) y nos metimos en la cama rendidos.